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No es lo mismo Ramona Cabrera que Ramera Cabrona, 5 de enero

No es lo mismo Ramona Cabrera que Ramera Cabrona, 5 de enero

Este título es el asunto de un mensaje que recibí ayer vía correo electrónico de una persona que seguramente lo hizo en representación de dos. A Él "lo llamaban Trinidad" y a Ella "Carol". Fue muy difícil de explicar al dia siguiente, el día de Epifanía, tras haber estado compartiendo copas,  la extraordinaria noche que vivimos en el Amarca llegando a fundir en una mesa tres conversaciones que comenzaron con una anécdota: En Garachico una noche en un velatorio, tras haberse percatado ya varios familiares de que “abuela” no se parece a “abuela” y muchos de los presentes achacándolo al sufrimiento de la pobre, se tomó la decisión de destapar el féretro y comprobarlo y,  efectivamente, a abuela la habían mandado del hospital a Candelaria y la que debería ser velada en la Villa Mariana acabó en la Villa y Puerto de Garachico.

Junto al buen ambiente reinante, el ron bien servido y las ganas de pasarlo bien, se unió a la mesa una pareja que no puedo reproducir aquí cómo se conocieron igual que ellos lo hacen a ritmo de prosa versada, pero sí que puedo reproducir la impresión que nos produjo a mis amigos y a mí, aquella noche tan apacible que comenzó bajo la lluvia y acabo bajo la sombrilla del agrado. Una noche que, tanto por unos como por otros, será recordada para siempre.

Ahora al que “llamaban Trinidad” por medio de este blog se ha puesto en contacto conmigo por medio del correo electrónico y tras sugerente asunto me ha adjuntado un texto que,  supongo que con su permiso, voy a publicar:

 

El verano y la playa como Marcos.

Mientras el Náutico observa
desde su altura impenitente
mis irreverentes borracheras  estivales,
cuando cáustico pierdo mis cabales
mientras el mar resuena en mis orejas,
con sabor todavía en el aliento a bodega,
mañanera. Totalmente metido en refriega veraniega
veo al frente a un italiano con ínfulas de Camorra
y en el espacio de la arena, entre  tanta  belleza,
por qué no decirlo, también veo a alguna zorra,
que decirlo no me da pereza .
Atrás quedan los olores bajando del Monís
¡no precisamente a anís!,
del Mono, con mi hermenéutica nasal tan personal
que no lo creo, despotricando de su tono vital,
más abajo de la lesionada cacharrería ambulante,
a diestra. Donde muchos icodenses cubanizan sus vehículos,
entre los cuales transitorio yo me incluyo.
¿Y por qué saco esto o aquello a la palestra?
Para definir ese mi espacio de estío   
entre púberes inmigrantes vespertinos
que hacen del mar una gloria,
no como alguno de sus  antepasados.
¡Y es que la vida es una noria!
una tómbola, una góndola henchida de sal
en sus adentros a veces siniestros,
con sus abisales lamentos,
con  sus hidrógenos matarifes
que pululan por los alrededores de Tenerife.
Una política (la mar), un político (el mar) a veces viciado de mal,
cuando exhala su genio.
Y  mi bar preferido  en la cercanía de mi corporeidad,
que cursi se vuelve uno con eso de la edad.
Me veo rodeado de ingleses
entre colesteroles y caídas de la libra.
La química transmundana, antes etílica,  se cobra su impuesto.
Mas con ese gesto en mi mente intento socializar el momento,
me resulta imposible invadir la intimidad
de seres  que a mi alrededor mantienen su conversación,
sólo  en la osadía de mi transgresión mental les acometo
e intento dar lo mejor de mí, aunque no me salga
víctima de mi mental asueto.
Y el sol se agota en la tarde
de rayos ahora cobardes.
Y se marcha el ciclo diario
un rato.
Y aparece en unas horas
para pigmentar los cuerpos mustios,
los entes renegridos y sin sentido,
esos seres anónimos malheridos
sin la luz que emanas sol de estío.   
Y en la noche alternativa
moro en el bar de una checa,
y digo checa y no chica.
Moro noche y día
gracias a una fotografía
y no por hacer poesía
que a veces rimada
parece no decir nada.
Moro porque me da la gana.
Ya he pasado en el periplo
a rezar en el Bar Lucas,
voy a esa ermita porque
junto a la hostia dan vino,
de ese que te ilumina el tino
y que, a veces, acompaña al pulpo
falto de tumulto cuando han dado las cinco,
cuando cesan los brincos
de los jóvenes y de las  jóvenes
que cíclicas evolucionan
entre arena y hormonas.

Julián Ventura Ventura.

 

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